Causas de la Segunda Guerra Civil Libia
Los factores que llevaron a Libia a una segunda guerra tras la caída de Gadafi
De seguro en los últimos meses habrás escuchado acerca de Libia. Puede ser que hayas visto alguna publicación en redes sociales, u oído que se mencionaba a dicho país en las noticias internacionales. Avances de la guerra, la situación del Covid allá, si Turquía está en Libia. O también, puede ser el caso, que no hayas escuchado nada. Sin importar eso, aquí se te contará acerca de lo que ha pasado en ese país. Para empezar, te diré que el año pasado algunos especularon que dicho conflicto había desplazado al de Siria en lo que se refiere a importancia. Ellos creen que ahora Libia es el conflicto proxy más importante de Medio Oriente, ya que las potencias habían trasladado sus intereses a dicho país.
Este es el primero de una serie de artículos que abordarán el conflicto y temas relacionados a él, como sus consecuencias, causas, o bandos involucrados. A lo largo de este artículo voy a explicar cómo fue que se llegó a la guerra civil en Libia, cuando apenas se había salido de una. Empezaré diciendo que en Libia hay una enorme cantidad de grupos armados. También hay actores divididos en líneas ideológicas, nacionales, regionales y tribales. Además de abarcar estas tensiones, el conflicto también engloba disputas entre las fuerzas “revolucionarias” y las identificadas con el antiguo régimen de Gadafi.
Los grupos armados están involucrados fuertemente en su contexto local. Esto significa que se cruzan las agendas ideológicas y políticas con las identidades del lugar donde están presentes. En la Libia post Gadafi volvieron a aparecer las brechas de identidad entre las regiones de Cirenaica, que se ubica al este del país, Fezán, al sur, y Tripolitania, al oeste. Por ejemplo, la región de Fezán no se sentía parte de ningún proyecto nacional ). Esto se intensificó con la competencia entre los diversos grupos por los recursos naturales del país. Además del control de los recursos naturales, estos grupos también buscan un rol en el futuro político de Libia.
Situación en Libia para 2020. Fuente: Wikimedia Commons
Fue en este contexto de lucha entre tribus, lealtades cambiantes, y ausencia de una identidad nacional, que el general Khalifa Haftar lanzó la Operación Dignidad en mayo de 2014 junto a su “Ejército Nacional Libio”. El propósito de esta operación fue expulsar de la ciudad de Benghazi, y del este de Libia en general, a los diversos grupos radicales islámicos. Haftar también exigió la disolución del Congreso Nacional General. Los islamistas respondieron creando su propia coalición, denominada Amanecer Libio. De este modo, estallaron las hostilidades entre dicha agrupación y el Ejército Nacional Libio de Haftar, en el este y oeste del país.
Desde el inicio del conflicto, Haftar quiso imitar las acciones del general egipcio Abdel Fattah al-Sissi, que había llegado al poder mediante un golpe de estado en julio del año anterior.
La confrontación se dio entre bandos que tres años antes luchaban en la misma trinchera para derrocar a Gadafi. El primer bando trabajaba con su régimen, pero se pasó al bando rebelde al llegar la Primavera Árabe. Ellos eran Haftar y su Operación Diginidad, enfrentados hacia los islamistas. Por su parte, los islamistas se consideraban a sí mismos los verdaderos revolucionarios, y pretendían levantar un nuevo estado desde cero, empezando por el aparato de seguridad. Ellos son los de Amanecer Libio y el gobierno de Trípoli, denominado “Gobierno de Salvación Nacional”.
Ha sido complicado para Libia reconstruir las instituciones desde la caída de Gadafi. En julio de 2012 el gobierno de transición le cedió la autoridad al recién electo Congreso Nacional General. A lo largo de su mandato, este último ha enfrentado varios desafíos. Entre estos se encuentran el ataque al consulado estadounidense en Benghazi, el 11 de septiembre de 2012, o el ascenso del Estado Islámico y otros grupos armados.
Khalifa Haftar. Comandante del Ejército Nacional Libio. Fuente: Wikimedia Commons
Poco a poco, los combates entre Amanecer Libio y Operación Dignidad llegaron hasta al aeropuerto de Tripolí. Amanecer Libio controlaba gran parte de la capital y del oeste del país. Por su parte, Haftar y su Operación Dignidad controlaban grandes partes de Cirenaica y Benghazi. Todo esto en la parte oeste de Libia. De esta manera comenzó la segunda guerra civil.
Causas
Ya les comenté cómo fue que estalló la guerra. Pero ahora pretendo decir cómo fue que se llegó a ese punto. Y si bien, la caída de Gadafi tuvo que ver para el estallido de la guerra, también influyó la manera en la que él había organizado al país. De igual manera, el manejo que se dio en el período entreguerras, llevó al enfrentamiento entre las distintas facciones.
Primeramente, hay que mencionar que la ONU creó el Consejo de Transición Nacional, una estructura institucional, después de 2011. Esto tenía el fin de evitar la anarquía y resolver el problema de la ingobernabilidad. Sin embargo, este consejo no logro ni desarmar a los combatientes ni imponer el orden. Por ende, la violencia y la insurgencia siguieron en las calles. Los políticos de Libia no estaban bien equipados para gobernar. Las instituciones no lograban tampoco hacer su trabajo, ya que no había medios para resolver las distintas disputas que había en el país.
El Consejo de Transición Nacional desarrolló buenas relaciones con el exterior, pero no con los consejos locales ni grupos armados. Las potencias occidentales que habían apoyado la rebelión contra Gadafi y ayudado a derrocarlo, no quisieron involucrarse en la construcción nacional de la nueva Libia.
Logo del Consejo de Transición Nacional. Fuente: Wikimedia Commons
A finales de 2014 se respetaba el sistema judicial. Muestra de ello era que los libios aceptaban las decisiones de la Suprema Corte al elegir un Primer Ministro de entre dos candidatos nominados por gobiernos contendientes. Sin embargo, las decisiones las ignoraban los políticos. Cualquiera que emergiera de las negociaciones para ejercer el poder en Libia ya estaba comprometido con cualquier otro bando. Esto es debido a que era precisamente electo para alterar el balance de poder entre las facciones buscando competir en el proceso político.
Las autoridades no lograron enfrentar los problemas de seguridad, rehacer las finanzas, o crear un marco de reconciliación entre las distintas facciones. Ni el Consejo de Transición Nacional, ni el Congreso Nacional General, que le sustituyó, pudieron llevar a cabo dicha encomienda.
El apoyo militar externo a las distintas facciones complicó las cosas. Estas se enfrentaban entre ellas para obtener embarques de armas y entrenamiento de parte de sus patrocinadores. La inseguridad se expandió a medida que los grupos armados competían entre ellos por influencia y recursos naturales. Estos grupos se hicieron con los aeropuertos, armerías, ministerios, y puertos, para usarlos como botín y convertirlos en poder político. Las milicias, líderes locales, y coaliciones de figuras nacionales, se convirtieron en encargados de impartir con más eficacia la justicia pública.
El Consejo de Transición Nacional no pudo desarmar a las milicias ni incorporarlas en el aparato de seguridad, colapsado con la caída de Gadafi. Para ocultar este fracaso, prefirió subsidiarlas, llegando incluso a colocarlas al mando de los ministerios de interior y defensa. Sin embargo, esto resultó en que estas instituciones estuvieran en manos de facciones políticas rivales. También llevó a la existencia de varios grupos en la nómina del gobierno, pero autónomos de este en gran medida. Esto provocó una proliferación de milicias en el país, incrementando su número incluso en una cantidad mayor a la existente antes de la revolución. Además, dio lugar a la formación de un sector de seguridad híbrido, enfocado en lo local y totalmente dividido. Este sector existía al margen del ejército y la policía, debilitados en su totalidad.
Este ambiente de caos y anarquía empoderó a grupos terroristas, criminales y milicias, alentándoles a operar con impunidad. Los elementos locales se fortalecían. A la par de esto se minaba la legitimidad del gobierno central y de las elecciones que lo llevaban al poder, gracias a la baja participación de votantes, la proliferación de las milicias, y las sentencias judiciales.
Desde 2012 hubo varios esfuerzos para desbandar el aparato híbrido de seguridad, e integrar a los miembros de los grupos armados no estatales dentro de instituciones formales. El sector de seguridad en Libia carecía casi en su totalidad de una base institucional. En este caso, esta base sería conformada por los ministerios y burocracia, esenciales para coordinar sus esfuerzos y seguir trabajando. Esto se remonta a la época de Gadafi. Debido a la falta de un marco para trabajar, el sector de seguridad se volvió dependiente de personalidades, así como de acuerdos tras bambalinas con grupos armados. No había un sistema para desarrollar, entrenar, y desplegar a las fuerzas armadas.
El gobierno recién electo no logró decidir entre preservar lo que quedaba del viejo ejército de Gadafi, o crear una nueva entidad, privilegiando en las posiciones a los nuevos jóvenes revolucionarios. Si hubo algo que empeorara las cosas, fue que figuras gubernamentales desarrollaran una relación simbiótica con las milicias. Estas amenazaron a las autoridades acerca de una ley de depuración en el gobierno, secuestraron al primer ministro, y tomaron instalaciones petroleras. Estados Unidos, Turquía, Italia, y Reino Unido, viendo que el “gobierno” libio no podía proteger sus propios edificios ni a su personal, planearon la formación de un ejército neutral. Algo que agravó la fragmentación fue la decisión del primer ministro de pagar a las milicias, que eran dejadas a las órdenes de sus propios comandantes. Esto en vez de integrarlas en un nuevo ejército nacional.
Desde la guerra civil de 2011 los libios han estado fragmentados en identidades marcadas por la geografía, la tribu, la ideología y la historia. Además, siempre se han resistido a que otros, extranjeros o locales, les digan cómo hacer las cosas. Con esta resistencia, han frustrado los esfuerzos de las potencias externas para ayudarles a reconstruir las instituciones. Prefieren tener el control a nivel local, con el apoyo de patrocinadores extranjeros.
Al inicio de este apartado se había mencionado que algo que la manera en la que Gadafi organizó el país contribuyó al estallido de la guerra civil. Especialmente esto aplica con las tribus. Lo que él hizo fue dividirlas y crear conflicto entre ellas, para evitar que se unieran en su contra. Con su caída se rompió el status quo que existía entre las tribus. Esto generó gran tensión entre los clanes, que buscaban construir un nuevo orden con ellos a la cabeza.
Otro factor que atizó el conflicto en el país mediterráneo fue la competencia por el acceso y control de los recursos naturales. Por lo general, las bases de poder de los actores en el conflicto fueron locales, sin la capacidad para operar a nivel nacional. Esto significa que ningún grupo puede sobreponerse uno sobre el otro. Eso lleva a la existencia de alianzas a nivel local y nacional con conexiones débiles. Sin embargo, la gobernanza está centralizada. Esto convierte el tablero libio en un juego de suma cero, en el que la ventaja la lleva aquel que controle la capital. Esto estimuló la violencia, debido a que todos los partidos pretendían controlar Trípoli. Libia no tenía instituciones, sino varios partidos que buscaban apoderarse del petróleo del país.
De igual manera, estos grupos buscaban establecer un control sobre las rutas de contrabando. Ninguno de estos partidos contaba con la legitimidad absoluta para imponer el control mediante el uso legítimo de la fuerza. Se puede decir que los únicos que contaban con ella eran los grupos terroristas, pese al desprecio por parte de los libios. Sin mediación alguna en esta competencia por poder y recursos, los gobiernos se vieron bastante debilitados.
Mapa de las reservas petroleras de Libia. Fuente: Wikimedia Commons
Se debe también tomar en cuenta la baja producción de petróleo en Libia desde 2011, ya que la exportación de este recurso representa el 95% del producto interno bruto de ese país. Esta disminución en la producción en 2014 había sido consecuencia de la división del país en dos ejecutivos. Esto fortaleció a los grupos armados, permitiéndoles cortar la producción del oro negro, mientras esperaban recibir su paga por ello. La disminución había disminuido de manera considerable en 2013, con los primeros bloqueos de las instalaciones. El Congreso Nacional General “solucionó” esto nombrando a grupos armados como “guardianes” de las instalaciones. Esto llevó a bloqueos más frecuentes. Además, los grupos armados utilizaron el petróleo para recaudar fondos. Esto contribuyó a la disminución de la producción. Debido a esto, la riqueza nacional de Libia se fue consumiendo poco a poco, arruinado al país de manera paulatina.
También hay que tomar en cuenta los errores cometidos por el gobierno libio para analizar las causas de la guerra. Uno de ellos fue la aprobación de una ley de aislamiento político, dirigida contra los miembros del antiguo régimen. Prohibía que cualquiera que hubiera sido miembro del antiguo régimen ejerciera actividad política o institucional alguna. Esta restricción se extendía a aquellos que hubiesen colaborado con los servicios de seguridad, o incluso alabado al régimen en público, aunque hubiese participado en la revuelta. Como consecuencia, un buen número de políticos y altos cargos en la administración se quedaron en la calle, tanto civiles como militares. Ejemplos de esto son el primer ministro Ali Zeidan o el propio Khalifa Haftar.
Cabe mencionar que esa ley fue aprobada a base de amenazas por parte de elementos armados que habían rodeado la sede del Congreso Nacional general, en Trípoli. Esta acción fue vista como venganza de parte de los islamistas, que pretendían deshacerse de cualquier rival que pudieran identificar como partidario de Gadafi. Esto significaba que aquellos sujetos a la ley perdían legitimidad y eran expulsados de la política.
Además, la situación permitía a los encargados de implementar la ley consolidar su poder mediante la eliminación del rival. Esto significaba un paso más hacia la guerra civil.
El Primer Ministro en ese entonces, Ali Zeidan. Fuente: Wikimedia Commons
Lo anterior mencionado demuestra que Libia no aprendió la lección de sus vecinos Túnez y Egipto, que permitieron a miembros del antiguo régimen seguir participando en la vía pública. Tampoco tomó ejemplo de Iraq, donde se llevó a cabo un proceso similar al de Libia con la “desbaatificación”, que fue el proceso de desmantelamiento del régimen de Saddam Hussein, dando como resultado la insurgencia iraquí. Los Hermanos Musulmanes y otros islamistas han intentado marginar a los sectores laicos, a pesar de que estos últimos habían recibido un importante apoyo en las elecciones de 2012. Conforme la guerra escalaba, los elementos más recalcitrantes de ambos bandos ganaban cada vez más fuerza.
La Asamblea, o Comisión Constituyente, también contribuyó a detonar el conflicto, debido a que retardaba su creación. Una de las causas de esto fue la falta de mecanismos que garantizaran la incorporación en la constitución de las reivindicaciones de las minorías. En tiempos del Consejo Nacional de Transición no se escucharon las demandas de los amaziguíes ni de otras minorías. Ni siquiera se les mencionaba en la Declaración Constitucional Provisional del tres de agosto de 2011. Esto cambió sensiblemente a raíz de la creación del Congreso Nacional General, tras las elecciones de julio de 2012. Los tubus y los tuareg tampoco vieron sus demandas reflejadas en la constitución. Ellos han sido capaces de organizar protestas pacíficas, hacer boicot electoral, y ocupar campos petrolíferos. La asamblea encargada de redactar la constitución tomó decisiones por mayoría, llevando a que se saltaran las objeciones de las minorías. Se reorganizaron las protestas amaziguíes, reunidas en torno al Consejo Superior General Amazig.
Gente Amazigh o Bereber. Fuente: DW News
El Congreso Nacional General, formado después de las elecciones de julio de 2012, heredó los problemas del Consejo de Transición. Por ende, terminó siendo un órgano disfuncional, incapaz de enfrentar a las milicias.
Posteriormente, pasó por un proceso de radicalización, inclinándose a ideas islamistas. Esto con el fin de ganarse la simpatía de gran parte de la población y de varias milicias.
La manera en la que se llevaron a cabo las elecciones también fue un factor para el estallido de la guerra. En los comicios, eran doscientos diputados para elegir. Fueron tres métodos para elegir las partes de la cámara. Ochenta de los legisladores eran multinominales. Los otros ciento veinte eran uninominales, o plurinominales pero de candidaturas individuales.
Fueron tres los métodos para elegir a los legisladores, y procedieron de la siguiente manera: ochenta escaños por sistema proporcional de lista. Cuarenta por fórmula mayoritaria multinominal (se marca una casilla, y se eligen otros candidatos según escaños en disputa, por orden de votos). Los últimos ochenta fueron electos vía candidaturas individuales en jurisdicciones uninominales (el ganador se lo lleva todo). Esto sería como pedir al votante llevar a cabo dos o tres operaciones. Primeramente, el elector marcaría el nombre de un partido. Luego marcaría el de un candidato entre otros que también podrían salir electos. Finalmente, elegiría un candidato que se impondría por encima de los demás.
En 2014 solamente se permitieron candidatos individuales. De esta forma se excluyó la lista de partidos. Se simplificó la fórmula electoral, dejando fuera toda representación partidista y causando confusión. Esto atomizó el parlamento, sin obediencia a partido alguno, y con dificultades para hacer predicciones políticas.
Lo apresuradas de las elecciones fueron también un factor para que el país desembocara en el conflicto. El Consejo de Transición decretó que las elecciones tendrían lugar 240 días después de la “liberación” de Trípoli. Esto pese a las advertencias de estudiosos de transiciones democráticas, que advertían que el llevar a cabo elecciones demasiado pronto volvería a encender el conflicto. De hecho, las elecciones del 7 de julio de 2012 tomaron lugar en medio de un ambiente de actos de coerción por parte de milicias, federalistas, luchas entre tribus en las ciudades del oeste y sur del país, y el auge del extremismo en el este. Eso no quitó que gran parte de las personas fuera a votar, y que los observadores occidentales reportaran que estas elecciones fueran transparentes y justas.
Si bien eran pocos los que creían que las elecciones arreglarían por sí solas la situación del país, si confiaban en que el gobierno electo contaría con la legitimidad suficiente para atacar la inseguridad y la anarquía. Sin embargo, el Congreso Nacional General no hizo sino aumentar el faccionalismo.
Para 2012 varios grupos armados reforzaron su poder, y algunos partidos y figuras políticas se alineaban con milicias. Esto tuvo como consecuencia que grupos armados controlaran el parlamento y las instituciones estatales. Así, se impidió el funcionamiento básico del gobierno, y se puso en peligro la viabilidad de las instituciones. Muestra de ello son las numerosas ocasiones entre 2013 y 2014, en las que diversos grupos armados aliados con facciones irrumpían en la sede del Congreso Nacional General para exigir concesiones. Con esto, siguió la división del país en manos de dos gobiernos rivales. El primero estaba en la capital, Trípoli, respaldado por diversas milicias, como algunas provenientes de Misrata, del oeste de Libia, e islamistas.
El otro gobierno estaba en Tobruk y Bayda, aliado con Haftar. Además, la lucha por el país árabe se convirtió en una disputa internacional. Por un lado, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto respaldaron a Haftar, proporcionándole apoyo mediante ataques aéreos y operaciones especiales. Por otro lado, la coalición Amanecer Libio obtuvo el respaldo de Qatar, Turquía, y el gobierno islamista sudanés de Omar al-Bashir.
A lo largo de 2014 se dio una serie de provocaciones que terminarían llevando a la guerra. La primera fue por parte de Haftar. El 14 de febrero de ese año anunció vía televisión que había tomado control de las principales instituciones de Libia, evocando el golpe de estado de Gadafi de 1969. También anunció la suspensión del Congreso Nacional General, del gobierno, y la Declaración Constitucional. Todo esto “en nombre del pueblo”. El gobierno respondió ordenando su arresto, igual de irreal que el golpe de estado. Otro ejemplo de provocación fue a mediados de 2014, cuando Ahmed Maiteeq fue nombrado primer ministro. Se consideraba que él estaba respaldado por los grupos islamistas de Misrata.
Haftar anunció el inicio de Operación Dignidad en mayo de 2014, con el objetivo de expulsar de Benghazi a los islamistas. Ellos respondieron con la creación de Operación Amanecer, en conjunto con otras fuerzas en el oeste de Libia, opuestas también a Haftar. Esto se dio después de que el militar hubiera reunido un ejército secreto, y establecido una nueve sede del gobierno al este del país (Robinson, 2020). Dos días después de eso, milicias Zintani alineadas con Haftar atacaron la sede del Congreso Nacional General, y lo declararon suspendido. La decisión de parte del Congreso de prolongar su mandato había sido controversial, y llevado al intento de golpe de estado de Haftar. Además, la incompetencia del Congreso Nacional General para enfrentar los problemas políticos, económicos, y de seguridad, añadieron leña al fuego.
Haftar anunciando su intención de controlar las instituciones. Fuente: Voltaire Net
En junio de 2014, un mes después de las elecciones, la nueva Casa de Representantes decidió no llevarlas a cabo en Benghazi, sino en Tobruk. Así se eliminó cualquier sentimiento de unidad entre los libios en la parte oeste. Como consecuencia, el Congreso Nacional General decidió de manera unilateral ignorar las elecciones y afirmar que seguía siendo el parlamento legítimo de Libia.
A lo largo de 2014 las condiciones se siguieron deteriorando. Uno de los efectos de este deterioro fue el periodo de dos gobiernos, que carecían de legitimidad y eran inefectivos. Ambos afirmaban controlar Libia en su totalidad, cuando en realidad eran porciones mínimas del país. A su vez, las fuerzas militares alineadas con uno u otro bando se disputaban el dominio de Benghazi y un número limitado de áreas. Durante este tiempo se reavivaron los agravios históricos de los libios. Se intensificaron las divisiones este-oeste. También disminuyó la producción de petróleo a gran velocidad, lo que creó déficits masivos que consumieron las reservas nacionales de Libia. Poco a poco, el territorio se fue volviendo cada vez más ingobernable.
Las elecciones de 2014 dieron malos resultados para los islamistas, comparados a los que habían tenido en 2012. Eso los llevó a desconocer los resultados y permanecer leales al Congreso Nacional General. Esto dividió a los dos ejecutivos, que afirmaban ser democráticos. Eran Tobruk con la Casa de Representantes, y Trípoli, representada por los islamistas. Entre 2012 y 2014 la revolución se volvió un estancamiento, que enfrentaba a los revolucionarios entre sí. Islamistas contra moderados. Estos últimos habían tomado parte en la rebelión tras desertar del gobierno de Gadafi. A su vez, ambos bandos se enfrentaban a los antirrevolucionarios conservadores representados por Haftar en Cirenaica.
Casi todos los bandos de la guerra reclamaban su legitimidad con su afiliación con los órganos gubernamentales, que competían entre ellos en medio de un gobierno cada vez más débil. Además, este había decidido subsidiarlos gracias a la impotencia del ejército y la policía. Gadafi nunca había construido un ejército fuerte. Más bien, marginó al ejército y la policía para favorecer a las unidades de élite comandadas por sus hijos. Además, estas dos instituciones habían sido destruidas durante la primera guerra civil. Gadafi se encargó de que el ejército nunca fuera poderoso, para evitar cualquier desafío. Después de su derrocamiento se destruyó el aparato de seguridad. Así se fracturaron las instituciones de seguridad de la Libia post Gadafi en líneas tribales, locales, personales, partidistas, y regionales.
Para poder proyectar su autoridad y gobernar en la periferia y pueblos del país, el Consejo de Transición colocó en su nómina a grupos armados. El Jefe de Gabinete, el Ministro de Defensa, el Ministro de Interior, e incluso el presidente del Consejo Nacional General, en algún momento registraron o “suplieron” coaliciones de grupos armados. Como resultado surgieron más de estos que los existentes durante la rebelión contra Gadafi.
La mayoría de los grupos armados se subordinaron al Ministerio de Defensa. Muchos se unieron a la Fuerza Escudo de Libia, que funcionaba como contraejército. También se unían al Aparato de Seguridad Preventivo, que era un servicio de contrainteligencia e investigativo surgido en los primeros días de la revolución. Este aparato tenía como fin sacar a los partidarios de Gadafi. Hubo otros que se unieron al Comité Supremo del Consejo de Seguridad, que se asemejaba al aparato de la policía.
El armar a distintas milicias dio distintos resultados según el lugar. Hay comunidades en las que los grupos armados eran parte de ellas, y tenían lazos sociales con los habitantes de la zona. Entre los diversos roles que jugaban estaban el decomiso de drogas, cuidar escuelas y hospitales, o incluso darle el mantenimiento a las calles. En el caso de ciudades como Trípoli o Benghazi, las milicias se volvieron entidades predatorias y parásitas, buscando implementar agendas criminales, políticas e ideológicas.
Todas las facciones cometían abusos en mayor o menor medida. Todos los grupos armados, incluyendo islamistas, milicias misratíes, zintani, federalistas, entre otras, han utilizado la fuerza, o amenazado con usarla, para presionar a las instituciones electas, decomisar material traficado, o tomar control de sitios estratégicos como retenes, puertos marítimos, instalaciones petroleras o aeropuertos.
Miembros de milicias, posiblemente en Benghazi. Fuente: DW News
Las milicias, que cada vez estaban más delegadas con fondos gubernamentales, se vieron alentadas a perseguir agendas cada vez más políticas y autosuficientes. Las milicias Escudo de Libia y el Comité Supremo de Seguridad eran buenas fuentes de armas, que venían bien a la hora de apaciguar la violencia. Sin embargo, empezaron a buscar la manera de construir ejércitos regulares. Los libios se refieren a estas estructuras como “ejércitos paralelos”. También las han descrito como una reencarnación de los comités “populares” que los aterrorizaban en la época de Gadafi. Además, estas milicias complicaban la situación, ya que se involucraban en actividades criminales o tomando partido en el conflicto que debían resolver. Muchas de estas milicias habían luchado contra Gadafi. Tras su caída, les fue muy difícil volver a su vida antes de la guerra. Además, se negaron a deponer las armas e integrarse en los aparatos de seguridad, a no ser que se expulsara de ellos a los elementos pro Gadafi.
Haftar supo explotar una serie de descontentos para llevar a cabo la Operación Dignidad. En un nivel, el general representaba un movimiento de oficiales insatisfechos con la ola de asesinatos en Benghazi. En una serie de conferencias, Haftar juraba expulsar de una serie de áreas a grupos islamistas, que él definía como “terroristas”. Sin embargo, su definición de terrorismo era amplia. Los adeptos que el general había sumado a su causa eran ex oficiales del régimen de Gadafi, descontentos por la colusión del Congreso Nacional General con grupos islamistas como Fuerza de Escudo de Libia o la Sala de Operaciones de Revolucionarios de Libia. Otros comandantes se quejaban porque el Congreso Nacional General ni siquiera les daba fondos o apoyo administrativo al ejército para imponer la seguridad en Benghazi.
Se afirma que si hubo algo que facilitara el levantamiento de Haftar, fue la incompetencia del jefe del gabinete, Abdel Salam Jadallah al-Obeidi, para doblegar a los islamistas de Fuerza de Escudo de Libia.
En resumen, podemos identificar factores estructurales, institucionales, económicos, y políticos, como causa de la guerra civil.
Conclusiones
A lo largo de este artículo, pudimos ver que fueron diversos los factores que llevaron al estallido de la guerra. Hay elementos internos y externos. Se pudo ver también que la caída de Gadafi fue de gran importancia para desatar el conflicto. Sin embargo, no tuvo un impacto decisivo para esto.
Dentro de los factores internos, se pudo apreciar que la manera en la que el derrocado gobernante rigió Libia influyó para el estallido. Fueron su caída, y el orden impuesto por él, lo que llevarían al país al desastre. También está la debilidad de los gobernantes posteriores a Gadafi, incapaces de controlar a los grupos armados y contener la violencia. Al no poder imponer el control, el país descendió a la guerra civil. Esto también tiene que ver con la debilidad o casi inexistencia de las instituciones de seguridad, que contribuyó a que se les diera más libertad a las milicias para actuar.
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